Quiero contaros una de esas historias, que sorprendentemente tienen un final feliz.
Tres machos y dos hembras, todos diferentes, cada cual de un color. La blanquita, la negrita, el gordi, otro negrito y el pequeñín atigrado. Los 5 peludines gemían y lloraban pidiendo abrigo y comida. Practicamente recién nacidos y destinados a entender el mundo humano, que nada tiene que ver con el canino.
Aquellos transeuntes criaron a los cinco, bueno al poco tiempo pasaron por desgracia a ser cuatro, con todo el amor y el cariño que alguien les quiso arrebatar cuando nacieron.
- No sabemos de perros, decía ella, aunque habiendo criado a cuatro hijos digo yo que será igual.
Ya no se acordaban de las noches en vela cuando un bebé llora, sin embargo él se levantaba a masajearle la tripa a aquel pequeño atigrado, que parece que no hacía bien las digestiones.
Los dos machos y las dos hembras empezaron a abrir los ojos, motivo de alegría para toda la familia. Uno de ellos crecía paralelo a los demás, siempre hay uno más fuerte, el Gordi.
-Ese es mi favorito, decía yo. El Gordi, rebosaba salud, estaba bien alimentado y avanzaba más rápido que el resto.
La Blanquita era la versión Gordi en hembra. La más grande, la que más rápido se desarrolló y la primera que empezó a ladrar pidiendo las cosas.
Los dos pequeños eran la Negri: puro nervio, pequeña, vivaracha, despierta, audaz, negra como un tizón y todo esto sin abultar más que un pulgar. Y el atigrado, que se pasó a llamar Lorenzo. No conozco exactamente el porqué de este nombre, pero con el tiempo, como los marqueses, pasaría a tener un segundo nombre e incluso un tercero.
Este pequeño Lorenzo comía poco, mal y evolucionaba más lento que el resto de la camada. En varias ocasiones temimos por su vida, noches en vela, visitas al veterinario...
El destino quiso, o quizás no fue el destino, que aquel Lorenzo luego llamado Enrique, se quedara a vivir con nosotros. Al resto de los hermanos se les buscó y encontró una familia que los adoptara y los quisiera, gracias al tesón de aquellos paseantes que los criaron con todo el amor que aquella madre biológica no les pudo dar. Sacaron a casi toda la camada adelante (aquel pobre negrito no lo consiguió).
Lorenzo-Enrique y ahora Kike, pasó a vivir con el hijo y la novia de aquellos transeúntes y ahora vive feliz rodeado de una familia humana que le quiere. Siempre fue el más débil, aunque a veces creo que fue una estrategia que utilizó para quedarse con nosotros. Siempre funciona el "Ay pobre". Y hoy en día sigue pareciendo un pobre peludín indefenso, con sus miedos y sus cosillas, que la gente cuando lo ve dice "Ay pobre,"
Hoy Kike se ha despertado entre besos y junto a su comida de la mañana le han mezclado una longaniza "cosa de perros". Pasado mañana, sus abuelos y criadores quieren hacer una comida para celebrar que nos encontró hace 3 años. Le he comprado un 3 para ponerlo en el pastel de carne que le hará su abuela "cosa de humanos".
"Pobre Kike" ¡gracias por estos tres añitos! y Felicidades a todos tus hermanos.
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